La era digital conlleva una serie de cambios en la forma en que los seres humanos nos relacionamos con la realidad. La proliferación de información, la inmediatez de la comunicación, la creación de mundos virtuales, entre otros, son evidencias de cómo la tecnología está mediando nuestra experiencia del mundo. En este contexto, es pertinente cuestionar si la racionalidad sigue siendo un marco adecuado para comprender la realidad. La omnipresencia de la imitación digital, la posverdad y las emociones en la vida pública parecen desafiar la idea de una realidad objetiva y simultáneamente racional. Además, los avances tan exageradamente rápidos que da la tecnología actualmente, que se acerca vez tras vez a la singularidad, nos impiden pensar detenidamente sobre estos cambios. Pues bien, la filosofía hegeliana posibilita pensar la realidad como un proceso que está en constante transformación, por lo cual es relevante para aproximarnos a la comprensión de esta era digital, caracterizada por el flujo veloz de información, dinero, personas, mercancías y datos.
En relación con lo anterior, es pertinente decir que, de acuerdo con la estética de Hegel, la música de la época en la que él vivió es la expresión más elevada del espíritu absoluto, que está en constante evolución. La música clásica no está limitada por el lenguaje ni por la representación material propia de la pintura, por lo cual puede comunicar emociones humanas sin necesidad de intermediarios. De ahí que la música clásica una a la humanidad con lo divino, tal como sucede en el caso de las composiciones de Mozart, Beethoven y Haydn, autores contemporáneos de Hegel. En dichas obras maestras se conjugan dialécticamente emociones heterogéneas, tales como la alegría y la tristeza, en lugar de plantear una música simple, basada en el principio de no contradicción, que convertiría a ambas emociones humanas en términos mutuamente excluyentes. Así, por ejemplo, Beethoven combina elementos de solemnidad y júbilo, tragedia y triunfo, que, en lugar de eliminarse se reconcilian en una misma obra, pasando in crescendo desde el piano hacia el forte. En otras palabras, es posible trazar analogías entre la estética hegeliana y la música de su época.
Por lo anterior, es pertinente cavilar acerca de cómo la música puede conectarnos con lo absoluto en la actualidad, más allá de las ideas y teorías, términos ligados al sentido de la vista. Sin menospreciar a la razón, que en Occidente depende de lo visual, tal como se puede apreciar en el caso de la lecto-escritura, es pertinente indagar acerca de cómo el sentido del oído nos puede ayudar a encontrar sentido, orden, belleza y armonía a nuestra existencia, en esta época en la que impera la superficialidad de la imagen.
Así las cosas, en la Semana Internacional del Pensamiento Filosófico entablaremos un diálogo interdisciplinario entre filósofos hegelianos, filósofos de otras corrientes, músicos, otros artistas, científicos, tecnólogos y público en general, con el ánimo de procurar alcanzar respuestas a formulaciones urgentes.
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